Del sur de Colombia hasta São Paulo todo es verde, casi seis horas de vuelo completas de verde. Cuando se puede me encanta verlo, pero cuando es de noche, me encanta saber que hay tanta vida debajo del lápiz volador dentro del que voy.

Del sur de Colombia hasta São Paulo todo es verde, casi seis horas de vuelo completas de verde. Cuando se puede me encanta verlo, pero cuando es de noche, me encanta saber que hay tanta vida debajo del lápiz volador dentro del que voy.
Ver desde mi oficina este espectáculo me hace recordar con frecuencia lo pequeño que soy, pero lo mucho que vale mi trabajo. Nos recuerda nuestro papel en la obra más grande, en la que no se acaba. Nuestras fronteras en tiempo y espacio son limitadas -por decir lo menos-, pero son necesarias.
En sentirnos tan pequeños frente a tanta inmensidad, caminar sobre arena escupida por volcanes, tanta energía, tanta paz. Amo el Pacífico de mi país.
Esta es una gloria, un fenómeno óptico que aun no comprendemos del todo bien. Esta fue recién saliendo del aeropuerto La Aurora en Guatemala, pasada una tormenta que nos hizo aguantar un poco el despegue. Es muy hermosa de ver.
Manso y soberbio y calmo, gigante y pacífico, observador, inmutable.
A la izquierda Guatemala, a la derecha El Salvador. Ojalá vea yo el día en que este río no es la frontera de dos países….