Una buena manera de frustar una vida es ponerle propósitos. ALTO, no estoy diciendo que una vida carente de propósitos valga la pena, estoy diciendo que hay una lista muy elástica de propósitos que las personas se imponen que nunca llegan a cumplirse. De hecho, una vida con uno o dos propósitos es una vida muy sana, muy vivible. Pero una vida con 30 propósitos llena de culpa. Porque si los propósitos se cumplieran probablemente perderían su magia, su excusa. Porque miro a la gente (y me miro a mí) aun fumando, aun comiendo mal, aun sin ejercitarse. Sigo viendo a las personas viendo TV, levantándose tarde, bañándose con agua caliente, con carros desordenados, con llamadas por hacer. Si quieres frustar una vida: ponle propósitos de este tipo. Llenarás a alguien de culpa, y con el tiempo verás que cada semana, mes, año, los benditos propósitos vuelven, y vuelven igual.
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