Coherencia de lo que hago con lo que pienso

Vivimos en una era donde mucha gente vive en culpa. Nos han enseñado a vivir de esa manera. La sociedad nos ha impuesto muchas reglas, o reglamentos, de lo que es socialmente aceptable hacer o no. Al madurar nuestra capacidad cognitiva comenzamos a contrariar muchos de esos reglamentos preestablecidos, sin embargo seguimos actuando de la msima manera. Si fuésemos computadoras, todos los seres humanos vendríamos pre programados por dos fuentes: la genética y la social. La primera, porque desde que nacemos, desde antes, ya tenemos un código genético. La segunda porque cuando llegamos a tener uso de razón, ya tenemos incrustadas todas las creencias de nuestra sociedad. 

Independientemente de la “bondand” o “maldad”, practicidad, usabilidad, moderniad, etc, de las creencias que nos inculcaron, llega un día en el que comenzamos a estar en contra de ellas. Pero nunca se nos enseñó a ser coherentes con lo que pensamos. Cada vez más nuestros métodos de aprendizje se limitan más en la parte de razonamiento crítico. Una gran ironía porque cada vez más se conoce cómo funciona. El problema es que los portadores de ese conocimiento son cada vez menos. Pocas veces vemos a niños siendo educados para dudar de lo que se les enseña, para retar esas creencias que muchos toman como ciertas. 

 

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