Desde pequeños se nos educa a pensar "tienes que terminar todo lo que comienzas", que no es una mala afirmación, sin embargo es bastante peligrosa. Es bastante peligrosa porque nos enfoca en la *necesidad* de terminar, en el *deber* terminar, pero no envía el mensaje implícito del cómo y del por qué. Todos sabemos que hay muchas cosas que comenzamos que no podrán ser terminadas. Incluso hay muchas cosas que no deben ser terminadas. Estas afirmaciones también esconden el deleite de hacer las cosas, no importando si llegan a su fin.
El otro gran riesgo de este tipo de afirmaciones es que pueden conducir fácilmente a la procrastinación. ¿Por qué? Porque pueden enviar el mensaje equivocado a nuestro sistema: "hay que terminar", y cuando una faena es muy grande, o muy complicada, ese *deber* terminar se convierte en una gran carga emocional y psicológica que puede sabotear el deseo de realizarla.