La habilidad de controlar el impulso es la base de la voluntad y el carácter

Esta frase la tomé del libro “Emotional Intelligence”, aunque la he visto en otros círculos atribuida a diferentes personas. Es de las pocas frases que me parece que un niño debe aprender y aplicar durante su crecimiento, y que muchas veces a los adultos nos cuesta comprender.

Soy un ferviente creyente que la disciplina y la claridad de objetivos son fuentes indispensables para una vida con sentido, y el componente básico de estos es el poder controlar el impulso. La capacidad de distanciar las gratificaciones, de sacrificar algo ahora por algo más grande en el futuro, la habilidad de discernir que lo que anhelamos requiere una inversión hoy, y todo el andamiaje para poder lograr aquellas cosas que con constancia cuestan, se fundamentan en nuestra capacidad de poder decir(nos) que no en el momento adecuado.

No es fácil. Hay estudios (lean sobre “ego depletion”) que sugieren que para hacer uso de nuestra fuerza de voluntad requiere esfuerzo, y la capacidad diaria que tenemos para hacerlo es limitada. De modo que ayuda que nos alejemos de situaciones de prueba. Es más fácil evitar llegar a estar cerca de la tentación que tenerla enfrente y combatirla.

Y cómo todo en la vida, ser capaces de contener nuestros impulsos no es algo que se logra de un día para otro. Requiere de una motivación fuerte, un plan, y un entrenamiento constante. Los caprichos siempre estarán a la orden del día, y nuestra capacidad de ignorarlos, dejarlos pasar, en aras de cosas más importante será una buena medida para predecir qué cosas lograremos y que tan significativa será nuestra vida.