-Señora, ¿le cuento un secreto?
-¿Y qué secreto es secreto cuando se cuenta a una desconocida?
-Tiene usted razón, pero sígame la corriente.
-No sé por qué, pero bueno, cuénteme su secreto.
-A veces me aburro de pensar.
-¿Es ese su secreto?
-¡Claro!
-Pensé que sería un secreto más difícil.
-¿Más difícil que ese?
-Sí, me imaginé algo más profundo, o algo más personal.
-¿Más profundo?¿Más personal? No puedo contarle algo más profundo ni algo más personal.
-Bueno, ahora que su secreto es menos secreto, ¿cómo se siente?
-¿La verdad? Igual.
-Vaya, usted me sorprende: me cuenta secretos que no son secretos, y al contarlos se siente igual. ¿Por qué me lo cuenta?
-Porque necesitaba decírselo a alguien. Es un dilema que quiero a veces compartir.
-Y cuénteme, ¿por qué a veces se aburre de pensar?
-!Señora! Porque es difícil pensar, es cansado, es complicado.
-¿Y cuándo se aburrió de pensar?
-No, nunca me aburro de pensar, sólo a veces se me hace muy tedioso.
Entonces, no se aburre de pensar, sólo se cansa de pensar.
-No, no, a veces me aburro de pensar.
-Ok, y ¿cuándo se aburre de pensar?
-Cuando es lo único que hago.
-Pero pensar es bueno.
-No cuando es lo único que hago. Pienso en la mañana, en el día, en la noche, en mi escritorio, en mi cama, en el camino al trabajo, cuando hablo con las personas. Ahora que hablo con usted no puedo dejar de pensar.
-Sigo sin entender el secreto. ¿Le parece malo pensar?
-¡Bajo ninguna circunstancia! Lo que sucede es que a veces me aburro simplemente de pensar y pensar…
-Amigo, ¿y qué alternativa tiene?
-Pues, no pensar.
-¿Y quisiera dejar de pensar?
-¡No! El día que quiera dejar de pensar comenzaré a morir. No quiero nunca dejar de pensar. Pero a veces me aburro de pensar.
-Entonces, me cuenta que su secreto es que está aburrido de pensar, y por otro lado nunca quiere dejar de pensar. –¿Entonces que quiere?
-Es difícil explicar, y tal vez usted me pueda ayudar. A veces veo tanta gente que me parece que no piensa, que vive más que pensar, que omite la carga de pensar…
-Perdón que le interrumpa, ¿entonces considera el pensar cómo una carga?
-La verdad, a veces sí.
-!Entonces no lo haga!
-No, usted no me entiende. Pensar es una carga bendita, es algo precioso, es algo que nunca quiero dejar de hacer. Es como comer: comer es algo tan agradable, tan satisfactorio, tan rico…pero a veces uno se aburre de comer. ¿Qué hace cuando se aburre de comer? Deja de comer, o come algo diferente. Con la mente es parecido. A veces se aburre de pensar, a veces quiere pensar algo diferente. Pero a diferencia de la comida, los pensamientos a veces no se eligen, sino que de alguna manera los pensamientos lo eligen a uno…
-Y entonces, ¿puede ser que esté empachado de pensar?
-¡No, no, no! Incluso puedo decirle que a veces deseo tener más y más tiempo para pensar. Hay tantas cosas para pensar, y tan poco tiempo para hacerlo…
-¿Y si elige a alguien que piense por usted?
-Es cómo que le diga que usted elija a alguien que coma por usted, que ame por usted, que viva por usted.
-Bueno, yo a veces tal vez lo haría.
-¿En serio?
-Sí, en serio. A veces quisiera que alguien comiera, amara y viviera por mí, porque a veces yo me canso de vivir.
-¿Y cómo es eso?
-Difícil de explicar. Es que a veces me canso de vivir.
-Me cuesta entenderlo…
-Vivir es bello, pero es complicado, muy complicado. Vivir es buscar motivos, es amar personas, es comprender misterios. Es una contínua batalla…como pensar.
-¡Ahora sí me dejó pensando!
-Jajaja, me causa gracia usted. ¿Sabe qué? Hagamos un trato.
-Depende, ¿cuál es el trato?
-Yo vivo menos y pienso más, y usted vive más y piensa menos.
-¡Hecho! Señora, y ¿cuál es su nombre?
-Filosofía.
-Luis, ¡mucho gusto!
Leave a comment