Un par de relatos de Gog

Los siguientes son un par de relatos de Gog. Realmente me fue difícil cuáles dos publicar, porque realmente hay muchos muy buenos, pero tampoco los voy a poner a leer mil cosas. Así que les van dos ahorita, y dos la otra semana que creo que son los más representativos….

 

LAS MÁSCARAS

Nagasaki, 3 febrero

Ayer compré tres máscaras japonesas antiguas, auténticas, maravillosas. En seguida las colgué en la pared de mi cuarto y no me sacio de mirarlas. El hombre es más artista que la Naturaleza. Nuestro rostros verdaderos parecen muertos y sin carácter ante estas creaciones obtenidas con un poco de madera y de laca. Y al mirarlas pensaba: ¿Para qué el hombre cubre las partes de su cuerpo, incluso las manos (guantes), y deja desnuda la más importante, la cara? Si ocultamos todos los miembros por pudor o vergüenza, ¿por qué no esconder la cara, que es indudablemente la parte menos bella y perfecta?

Los antiguos y los primitivos, en muchas cosas más inteligentes que nosotros, adoptaron y adoptan las máscaras para los actos graves y bellos de la vida. Los primitivos romanos, como hoy los salvajes, se ponían la máscara para atacar al enemigo en la guerra. Los hechiceros y los sacerdotes tenían máscaras de ceremonia para los encantamientos y los ritos. Los actores griegos y latinos no recitaban jamás sin máscara. En el Japón se danzaba siempre con la máscara (las que he comprado son precisamente máscaras para el baile Genjó-raku y pertenecen a la época de Heian). En la Edad Media los miembros de las hermandades llevaban la cara cubierta con una capucha provista de dos agujeros para los ojos. Y recuerdo el Profeta Velado del Korazan, el Consejo de los Diez de Venecia, la Máscara de Hierro…Guerra, arte, religión, justicia: nada grande se hacía sin la máscara.

Hoy es la decadencia. No la adoptan más que los bufones del carnaval, los bandidos y los automovilistas. El carnaval está casi muerto, y los salteadores de caminos van siendo cada vez más raros.La máscara, según mi opinión, debería ser una parte facultativa del vestido, como los guantes. ¿Por qué aceptar un rostro que, al mismo tiempo que es una humillación para nosotros, es una ofensa para los demás? Cada uno podría escoger para sí la fisonomía que más le gustase, aquella que estuviese más de acuerdo con su estado de ánimo. Cada uno de nosotros podría hacerse fabricar varias y ponerse ésta o aquélla según el humor del día y la naturaleza de las ocupaciones. Todos deberían tener en su guardarropa, junto con los sombreros, la máscara triste para las visitas de pésame y los funerales, la máscara patética y amorosa para los flirteos y los casamientos, la máscara riente para ir a la comedia o a las cenas con los amigos, y así por el estilo.

Me parece que las ventajas de la adopción universal de la máscara serían muchas. Higiénica. Protección de la piel de la cara. Estética. La máscara fabricada por encargo nuestro seria siempre mucho más bella que la cara natural y nos evitaría la vista de tantas fisonomías idiotas y deformes. Moral. La necesidad de disimular —es decir, de componer nuestro rostro con arreglo a sentimientos que casi nunca experimentamos—se vería muy reducida, limitada únicamente a la palabra. Se podría visitar a un amigo desgraciado sin necesidad de fingir con la fisonomía del rostro un dolor que no sentimos. Educativa. El uso prolongado de una misma máscara -como demuestra Max Beerbohm en su Happy Hypocrite- acaba por modelar el rostro de carne y transforma incluso el carácter de quien la lleva. El colérico que lleve durante muchos años una máscara de mansedumbre y de paz, acaba por perder los distintivos fisonómicos de la ira y poco a poco también la predisposición a enfurecerse. Este punto debería ser profundizado: aplicaciones a la pedagogía, al cultivo artificial del genio, etc. Un hombre que llevase durante diez años sobre la cara la máscara de Rafael y viviese entre sus obras maestras, por ejemplo, en Roma, se convertiría con facilidad en un gran pintor. ¿Por qué no fundar, basándose en estos principios, un Instituto para la fabricación de talentos?

 PEQUEÑO

Nueva York, 24 enero

Me sorprende y me ofende —por cuanto pertenezco a esa especie— el humilde contentamiento de los hombres. Hablan a cada momento de grandezas —the biggest in the world— y luego se descubre que les parece inmensa cualquier modesta pequeñez. Falta, absolutamente en todos, el sentido de lo gigantesco. Discurren como Sansones y operan como Tom Pouce.

Una estatua alta de sesenta metros parece, a sus ojos un coloso; una casa de ciento cincuenta, un desafío al cielo; una torre de trescientos, un portento único; un puente largo de mil metros, un triunfo del genio humano. Una ciudad donde viven seis o siete millones de hombres —es decir, cien veces más desierta que ciertos hormigueros— hace el efecto de una metrópolis inmensa, y un pueblo de cien millones parece interminable. Nunca he visto pobres tan en éxtasis ante las obras de empresarios tan mezquinos. Cuando me encontré por primera vez al pie de la torre Eiffel no pude menos de reír. Aquella desgarbada jaula de hierro mohoso, que parece un juguete para ingenieros, abandonado cerca de un riachuelo, ¿era verdaderamente la más alta construcción de la Tierra?

Hay que avergonzarse de ser hombre y haber nacido en este siglo. San Pedro de Roma es, según dicen, la más vasta iglesia del mundo, y por lo menos tiene, como vestíbulo, una plaza que podría ser el modelo reducido de alguno de mis sueños. Pero si uno entra en las naves queda desilusionado. ¿Es esto todo? En pocos pasos se llega bajo la cúpula; no quiero decir que sea fea, ya que los especialistas en arquitectura la admiran, pero las dimensiones son increíblemente míseras.

Si el Emperador del Mundo —que un día u otro reunirá bajo su dominio las pequeñas provincias llamadas hoy reinos y repúblicas— se fabricase un palacio real digno de él, una cúpula como la de Miguel Ángel podría, todo lo más, ser la bóveda de un atrio de servicio. Y en lo que se refiere al Coliseo, sería, imagino, un pequeño patio de paso a las cocinas. Tal vez los babilonios y los egipcios tenían algo más que nosotros, la fantasía de lo grandioso, aunque hay que desconfiar de las ruinas que pueden ilusionarnos. Pero los modernos —que poseen medios y mecanismos muy superiores a los antiguos— deberían hacer mucho más y no abrir la boca a la vista de los mezquinos intentos de nuestros arquitectos micrómanos. Ninguno tiene una imaginación digna de nuestra calidad de monarcas del planeta.

Se tendría, por ejemplo, que recomenzar la torre de Babel, abandonada, por una vil superstición, hace miles de años. Un torreón de mil metros, que rebase la zona de las nubes y permita contemplar todo un Estado entero a sus pies, no sería empresa imposible para nuestros constructores. Hace ya cerca de cuatro siglos que Miguel Ángel tuvo una idea verdaderamente digna de un hombre: la de excavar una montaña y convertirla en una estatua gigante. Nadie le escuchó ni le ayudó, pero yo sostengo que aquella obra, aunque no realizada, es la verdadera obra maestra de Buonarrotti. En los Alpes Apuanos hay todavía un monte de mármol que se prestaría óptimamente.¿Y quién piensa en tender un puente verdaderamente digno de la potencia humana: esto es, entre Europa y América? Los técnicos interrogados por mí lo consideran factible: se trata únicamente del coste del tiempo y la audacia.

Pero mis contemporáneos son de una timidez que asquea. Una vía imperial, ancha de doscientos metros, larga de doscientos kilómetros, bordeada de millares de estatuas colosales de los más grandes genios del mundo, que atraviese una verdadera metrópolis de al menos treinta millones de habitantes, parecería a estos pigmeos acomodaticios un sueño absurdo. Se contentan con admirar las naves de dos o trescientos metros de largo que transportan lentamente, a través de los mares, algunos millares de vivientes. Pero la nave a la medida de nuestro tiempo debería ser una verdadera y propia isla, con jardines plantados en tierra verdadera, con calles y palacios, y destinada, no a andar de aquí para allá, de un continente a otro, sino a hacer posible la carrera seguida de todos los continentes. Las naves de hoy no son más que barcazas y vapores, que harán, dentro de un siglo, el mismo efecto que nos hacen las diligencias de cien años atrás. Por ahora, únicamente las palabras son de titán, pero nuestras obras son de hormigas y de topos. Incluso las termitas nos pueden dar lecciones de grandeza. El hombre moderno, a pesar de su jactancia, piensa como Gulliver y no se da cuenta de que vive a nivel de Liliput.

Gog

Gog, Giovanni Papini A insistencia de mi padre, me dispuse a leer este libro cuya edición es de 1933 y que pertenecío a Héctor Castañeda. El libro, a groso modo, trata sobre una especie de diario de Gog, un personaje hiotético que tuvo unos inicios humildes en Estados Unidos, que luego se convirtió en un exitoso Business man y que terminó siendo un gran multimillonario. Al tener dinero para el resto de su vida se dispuso a viajar. Quien relata la historia cuenta que Gog le entregó un montón de escritos a manera de diario, y dichos escritos constituyen el libro. Para ponerse a pensar sobre mil cosas de nuestro mundo, este libro es perfecto. A modo de historias Pappini satiriza nuestra cultura en todos sus sentidos. Además toca temas muy bien construídos en los cuales uno normalmente no se podría a pensar. Gog al ser una persona estúpidamente rica se da muchos gustos con finalidades raras. Se compra una isla en la que “compra” un conjunto de gentes que viven en una “democracia” en la que se hace “lo que el pueblo quiere” pero realmente se hace lo que él quiere, aunque las personas no saben que la isla es de él (Gog). Tiene cierta fascinación por las colecciones, pero busca colecciones originales. Por ejemplo tuvo una colección de gigantes, en las que encargó a personas le buscaran gigantes y logró reunir 17. En un laboratorio encontró a un científico que intentaba hacer que corazones palpitaran sin cuerpo, y según el científico el corazón más parecido al humano es el del cerdo. Gog le hace un encargo de 100 corazones palpitantes para su colección. Otra vez encargó le reunieran hacedores de milagros de todo el mundo. Encontró a cinco y les dio un año para que les mostraran sus milagros, y se decepciona al ver que ninguno pudo hacerle uno. Se reunió con gente importante de su tiempo. Relata una visita a Ford, a Einstein, a G.B. Shaw, a Ghandi, a Lenin, a Knut Hamsun y otra al conde de Saint Germain. Es una especie de mecenas, alguien que detesta la humanidad y alguien que se aburre todo el tiempo. Va buscando cosas que le entretengan. En un capítulo ofrece a una universidad una gran cantidad de dinero para una cátedra con la condición de que dicha catédra fuera nueva y nunca impartida antes. Relata como un fulano le ofrece que la catédra sea sobre Ftiriología, o ciencia de los piojos y de cómo estos han tenido una gran influencia en la historia, es más, cómo han moldeado la historia. En otro capítulo Gog se propone hacer una “fábrica de poesía”, contrata a poetas de distintas corrientes y culturas, les da alojamiento y mil comodidades durante un año para que saquen algo nuevo, y se decepciona con los resultados. En otra ocación visita una venta de huesos, en otra un duque español le muestra su colección de familiares en cera, de la cual está triste porque le no tiene descendientes y la colección terminará… En fin creo que aprendí mucho sobre el libro, y sobre todo, me hizo pensar en cosas que realmente nunca me hubiera puesto a pensar. Hace ratos he estado con mi gana de poner una sección de cuentos en el blog, y creo que está es la mejor oportunidad para empezarla, así que el siguiente post que vean será un cuento de Gog. Por cierto, necesito ideas de cuentos….

Un Congreso bizarro

Se supone que la democracia es el poder del pueblo sobre el Estado que él mismo eligió. Se supone que en un país democrático cada uno tiene voz y voto. Como sería demasiado costoso e impráctico que cada uno ejerza su voz y voto en cada uno de los asuntos del Estado apareció la representatividad. Con esta representatividad el pueblo elige a unos cuantos para se pongan de acuerdo y manejen el Estado como el pueblo lo desea, o al menos cómo la mayoría piense que es lo mejor. En Guatemala puedo concluir que no hay democracia. Los representantes elegidos por el pueblo son elegidos de una manera tan poco práctica, que cualquiera puede llegar a ser diputado sin siquiera ser conocido por el pueblo al que representa. ¿Sabe usted el diputado que le representa? Pero el punto llega a ser vergonzoso cuando esos representantes del pueblo empiezan a hacer lo contrario de lo que sus representados desean. Por favor alguien dígame, ¿cómo pasó esa ley de seguridad nacional por 99 votos? Por favor alguien dígame ¿cómo nuestros representantes consideran que es bueno rebajar a la mitad la pena a los mayores delitos que se pueden cometer? ¿En que lógica bizarra cabe pensar que el reducir penas a asesinos, narcotraficantes, secuestradores va a reducir la violencia? Tres posibles razones me vienen a la mente, y las tres realmente me alarman y dan miedo. La primera que se me ocurre es que sea en efecto un error (gran error!) de redacción; si este fue el caso me alarma que 99 diputados que votaron sí (y respectivos asesores) no se hayan dado cuenta, y por tanto no estén realizando su trabajo….¿en qué dedican el tiempo entonces? La segunda es que alguien haya cambiado la redacción a propósito con la intención que los demás no se hayan dado cuenta; si fue así, ¿quiénes son los responsables? Hay que encontrarlos urgentemente porque son un cáncer para este moribundo congreso. Y la hipótesis que más me alarma es que la ley estuviera pensada así y que 99 diputados estuviesen de acuerdo en que la ley saldría así…¿en qué estarían pensando?

Los diputados y quienes les circundan son personas que viven de nuestros impuestos. Impuestos que no nos preguntan si les queremos dar. Impuestos que no son más que el fruto de nuestra labor que nos obligan a regalarles so pretexto de que mantengan un orden en nuestra sociedad, regalos que si no les hacemos nos mandan a la cárcel. Y tanto nos piden de regalo que hasta tienen en promedio diez asesores bien pagados cada uno, asesores que no sé si se puede decir que les ayudan a hacer su trabajo, porque no veo cuál es ese trabajo. Si 99 diputados votaron que sí a esta ley podemos asumir que la ley fue leida por 99*10=990 personas, es decir que entre casi mil personas ninguna pudo darse cuenta del “errorcito” de redacción que surgió en el camino. Todo esto me recuerda aquel chiste en el cual llegaba un desemplado a preguntar sobre una plaza a una carpintería. El carpintero le pregunta
*bueno, y cómo es su manejo con el cerrucho?
°pues la verdad no sé usarlo.
*mmm, y la lija, es esa su especialidad?
°no, tampoco se lijar
*entones tal vez es un maestro del cincel…
°no, no sé como manejarlo
*pero bueno, entonces que sabe usted hacer?
°pues la verdad es que nada…
*y por cierto, quién es el señor que le acompaña?
°ahhh, el es mi ayudante….

Les pagamos, y muy bien, por representarnos, por dedicar su tiempo a velar porque las leyes estén de acuerdo con lo que su pueblo espera. Probablemente por incapacidad, se llenan de asesores que les hacen su trabajo. Forman comisiones, adquieren celulares, computadoras, seguridad todo en pos de poder hacer una representación más adecuada de quienes les eligieron. Hasta almuerzo gratis les damos. Pero nos vienen con este tipo de leyes!! ¿Cómo es eso de que el Congreso, por unanimidad, pide al Presidente que vete la ley que le acaba de mandar?
Con cinco o diez guatemaltecos que entrevistemos nos damos cuénta fácilmente qué es lo que nuestro país pide. Nuestro pueblo clama por muchas cosas, pero hoy día clama, grita por seguridad. Lo demás, por el momento, es totalmente secundario. Pocos deberes reales tiene el Estado, muchos más se le han asignado por esa tendencia al parasitarismo que tenemos, pero si las autoridades no cumplen el más sagrado de sus deberes, proteger la vida de los ciudadanos, estamos fritos. Estamos llegando a puntos en los que las policías privadas triplican en número a la policía nacional, estamos llegando a vernos armados, a ver como en muchos lados la justicia está buscando llegar a manos de la gente. Si bien esto no es ni lo correcto ni lo que la mayoría deseamos, es a lo que estamos llegando.
No queremos más leyes, no queremos que un grupo de personas de dudosa procedencia promuevan proyectos de desarrollo con fondos no auditables, no queremos que nos enseñen cuántos hijos tener, no queremos se echen almuerzos de Q25,000 diarios, no queremos que nos enseñen sus Hommers nuevos, no queremos aereopuertos nuevos, no queremos nuevas deudas para pagar sus exquisiteces, no queremos circos, no queremos fertilizantes, no queremos TLC, no queremos pagos a ex paramilitares asesinos….Antes que eso queremos salir tranquilos a la calle, queremos sentirnos en un país en el que sepamos que tenemos altas probabilidades de volver a nuestras casas cuando en la mañana vamos para el trabajo, queremos saber que el celular que compramos va ser para nuestro uso, queremos ver titulares distintos en los diarios, queremos dejar de pagar “impuestos” a maleantes, queremos cárceles seguras, queremos penas, investigaciones….queremos seguridad, queremos paz, queremos vida. Si no tenemos esto todas, absolutamente todas, las atribuciones del Estado pasan a un plano mil veces inferior. Sin protección a nuestras vidas todo lo demás carece de sentido.
Por favor, démonos cuenta de que no estamos para lujitos. Tenemos un presupuesto muy limitado que no podemos gastar en resolver mil problemas, y ya debieron de entender que endeudarnos más no es una opción. No podemos impulsar proyectos de reforestación, de educación, de vivienda, etc. si no están seguras nuestras vidas. Dense cuenta señores que sus representados clamamos por paz, por seguridad. Dense cuenta de que justicia y seguridad deberían ser las prioridades de su tiempo y del presupuesto que manejan, dense cuenta que no queremos que nos hagan caridad, queremos que cumplan por el trabajo que les pagamos. Tantos hablan de las épocas de Úbico (cada vez lo escucho más) en las que habían represiones, pero había seguridad en las calles, habían condenas, habían investigaciones. Señores hagan su trabajo. Ya sé que nadie los puede despedir, que nadie los puede interpelar, que ustedes creen que todo lo hacen bien, que se sienten sagrados, pero por favor recuerden por qué están ahí. Muchos de ustedes están ahí sin merecerlo, otros sin saber qué hacen ahí, muchos por razones ajenas a la razón por la que deberían estar ahí, pero sepan que llevan una gran carga moral en sus espaldas que no pueden, ni deben ignorar. Sus representados tienen memoria corta y se olvidarán pronto de sus barbaridades, sus representados tienen serios problemas para unirse y dar a escuchar su voz, están ya acostumbrados a que los insulten en la cara y ustedes lo saben se aprovechan de ello, pero tengan seguro que el que la hace la paga.
Finalmente quiero copiar textualmente los primeros tres artículos de nuestra constitución política. Creo que muchos guatemaltecos comparten mi opinión de que podemos dejar los demás de lado los 278 restantes mientras estos no se cumplan, primero lo primero….
ARTICULO 1o. Protección a la Persona. El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común.
ARTICULO 2o. Deberes del Estado. Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
ARTICULO 3o. Derecho a la vida. El estado garantiza y protege la vida humana desde su concepción, así como la integridad y la seguridad de la persona.