La montaña mágica

Inicialmente iba a escribir un post por cada libro que leyera antes de leer el siguiente, pero las ganas de comenzar un nuevo libro me han ganado, de manera que tengo alguna cola de libros por comentar. Pero mejor comienzo antes de comenzar el siguiente.

La Montaña Mágica de Thomas Mann. ¿Qué les digo del libro? Es exquisita su lectura. Al comienzo no me pareció muy interesante y decidí terminarlo debido a que es uno de los libros que hay que leer. Y aunque hay partes del libro que son un poco engorrosas y espesas, hay partes en las que no quería dejar de leer. Es uno de esos libros en los cuales lo que llama la atención no es lo que se dice sino la forma en la que se dice. Por ejemplo, hay un capítulo completo de casi veinte páginas sobre el fonógrafo, en el cual se habla casi que exclusivamente de este aparato y lo maravilloso que es (bueno, no deja de ser interesante leer estas cosas que hace unos años eran nuevas y para nosotros parte de nuestra vida desde que nacimos).

El libro transcurre básicamente en un lugar, un hospital para personas con Tuberculosis o problemas con su respiración. Hans Castorp, el protagonista, hace una visita a su primo Joachim Ziemssen que está recluido durante un tiempo por un pequeño problema en su pulmón. El inicio del libro trata de como Hans mira el comportamiento de la gente que habita en el hospital de un modo tal que los mira ajenos: con tal el estará en ese lugar solamente tres semanas. Pero al final de la tercera semana comienza a sentirse mal, se hace unos exámenes y resulta estar enfermo también. Inmediatamente su perspectiva cambia.

Sus tres semanas se convierten en años, y se acostumbra tanto a la vida en el hospital que la noticia de su dada de alta le hubiese producido pavor. Su primo sale finalmente, no por recomendación médica sino por propio principio ya que desea ardientemente ser soldado. Al poco tiempo vuelve y ambos sienten el cambio de papeles: Joachim es quien visita a Hans. Posteriormente Joachim muere.
Pero sin duda lo más interesante del libro son las conversaciones y discusiones que un italiano también recluido llamado Settembrini entabla con los protaginistas. Posteriormente aparece otro personaje, Naptha, que es lo opuesto a Settembrini. Uno es un humanista por todos los lugares y el otro es un jesuita conservador. Ambos intentan adoctrinar al joven Hans y buena parte del libro se va en estas discusiones.

Hay también una medio historia de amor. Una rusa llamada Clawdia, que se sabe que es casada pero no se le conoce al esposo. Con juegos de miradas y cosas parecidas pasan ambos mucho tiempo hasta que finalmente Hans decide armarse de valor y hablarle. El día que lo hace es el día previo a la partida de Clawdia (claro, Hans no lo sabía), pero le promete volver. Una de las razones por las que Hans no quiere abandonar el sanatorio es por la esperanza de ver volver a Clawdia. Y con los años esta vuelve, pero acompañada de un tipo que resulta ser una personalidad.

Aunque un poco pesado definitivamente es un libro que vale la pena leer, y en su mayor parte da gusto leer.

Luis H. Fernández
luishernan@gmail.com

La vida sin Internet.

Recuerdo mis primeros contactos con la Web. La primera página que visité fue la de MTV en 1997 en casa de un amigo. Al poco tiempo la revolución llegó al colegio y había que estar haciendo cola para poder hacer uso de una de las máquinas que tenían conexión a la red. No olvido que un profesor se puso rojo al preguntarle sobre la naturaleza de las páginas que estaba visitando porque en su historial había un sitio “hotmail.com” que sonaba a algo extraño. Al año siguiente ya mandaba mis primeros mails y recuerdo que estando de viaje me comunicaba con mi familia por este medio.

En 1999 comenzaron las ofertas del acceso gratis, lo único que había que pagar era el tiempo usado por el teléfono. Pero ese único se convirtió en una gran cantidad debido a la gran cantidad de horas que pasaba conectado en Internet. Recuerdo querer investigar sobre tantas cosas, especialmente sobre esos sitios que aparecían en las revistas de computación que tanto me gustaban. Pero me impresionaba la cantidad de cosas que había en internet. Con un poco de paciencia podía encontrar cualquier cosa. Pero no pasaba de ser un juego.
Luego apareció el chat y los clientes de chat. Por un par de meses me emocionaba meterme a conocer nuevas culturas a través de personas que estaban conectadas en el otro lado del mundo a un chat client igual que el mío. Eran los tiempos de ICQ, Yahoo y más tarde MSN (que no entiendo como pudo quedarse con la mayor parte del mercado).
Y luego comenzó la Universidad. Ya Internet no sólo era un juego, era el lugar en el que podía encontrar esas canciones que durante tiempo había querido. En la Universidad había una muy buena conexión así que comencé mi amistad con Napster y a bajar todo lo que pudiese. Recuerdo un amigo tenía una grabadora de Zips y en mi casa tenía una lectora, así que en tandas de 100MB podía llevar mi nueva música a mi casa. Al año ya había quemadoras de CD baratas y el método cambio.
Comenzaron las primeras investigaciones y trabajos. De pequeño iba con cierta frecuencia a la biblioteca para buscar los temas que en el colegio me asignaban. Un día apareció la Encarta y pare de hacerlo tan seguido. Pero sucedía que muchas cosas que necesitaba investigar para la universidad no estaban en la Encarta (y en la biblioteca ni en sueño). Entonces recurría a Internet. La paciencia y los métodos de investigación poco a poco se fueron puliendo.
Y hoy que lo miro en retrospectiva me pregunto: ¿cómo hubiese podido estudiar sin Internet? Creo que la importancia de la web como medio de investigación llegó a ser tal que sobrepasó a mis libros de texto. En mis primeros años escuché muchas veces sobre la veracidad de los textos encontrados en Internet, pero ahora puedo decir que mucho de lo que sé, especialmente en cuanto a vida profesional, lo aprendí (literalmente) en internet.
Lo que comenzó como un juego se convirtió en un gran maestro, y una herramienta de trabajo de gran valor. De hecho sin Internet no tendría en qué trabajar. ¿Pero que nos depara todavía la web? No sé, pero lo que sea estoy seguro que lo haremos tan nuestro como lo es hasta ahora. Es asombroso como es hasta cierto punto más necesario tener acceso al email que al teléfono.

luishernan@gmail.com