¿Pro-Economía o Pro-Encierro?

¿Real-Barca? ¿Derecha o Izquierda? ¿Demócrata o Republicano? ¿Pobres o Ricos? ¿Pro-aborto o Pro-Vida? ¿Cristiano católico o evangélico? ¿Musulmán o judío? ¿Religioso o Ateo? ¿Conservador o Liberal? ¿Feminista o Machista? ¿Austriaco o Keynesiano? ¿Taiwan o China? ¿PC o Mac? ¿Realista o republicano? ¿Rojo o Fascista? Todas estas preguntas no aceptan puntos medios. Las personas decidimos nuestro bando, y en ese preciso momento, se crean los del otro bando, el bando de los equivocados.

Tener creencias y posturas es importante. Sin ellas nos convertimos en veletas que cambian de postura con cada cambio de viento (qué es una postura en sí misma). Estar claros en lo que creemos, para actuar en consecuencia, está en la columna vertebral de nuestro carácter. El problema es que las posturas nos dividen. Desde cosas aparentemente mundanas, como los equipos de futbol, hasta trascendentales como nuestras creencias religiosas.

El coronavirus nos brinda un práctico ejemplo. En enero del 2020 nadie se interesaba en lo más mínimo en epidemiología o anatomía de un virus. En marzo se “graduaron” muchos en estas ciencias, y ya por abril la mayoría tenía un “máster por madurez” en epidemiología “dominando” a detalle las mejores estrategias para contrarrestar un virus. El 99% de personas en la calle ya tiene una postura clara, dura, inmutable y “razonada” en cuanto a ser “pro abrir economía” vs “pro-defender salud y vida”. Aun nadie le he escuchado “no sé” o “creo que lo mejor es x, pero no soy experto en el tema”.

En sólo unas semanas, alguien es “un imbécil” por querer abrir economías, o por querer mantenerla cerradas. Depende a quién le preguntes.

Y me parece un ejemplo genial de un problema social —quizá antropológico— que me asusta: nuestra necesidad de encontrar bandos para poder increpar, ridiculizar, e insultar a otros. Estamos hablando de algo que hace unas semanas a nadie le interesaba, que ni hipotéticamente hubiera encendido una conversación sin tornarla aburrida, y que hoy arde en redes sociales y conversaciones de todo nivel. Por leer 5 tweets, dos posts de Facebook, 3 artículos de periódico, y con mucha suerte un libro, somos expertos, y nos sentimos dueños de una verdad que los otros ignoran, y más que eso, nos sentimos con el deber de adoctrinar a los otros con nuestra recién adquirida verdad. Y los que no se conviertan son unos grandes tarados.

Lo más irónico, es que ni los verdaderos expertos —los que han dedicado su vida a la epidemiología, virología, biologías y al desarrollo de políticas sanitarias— lo tienen claro, pero nosotros sí. Nosotros, expertos de internet sí tenemos la solución, y ¡que lástima que no nos hagan caso! Nosotros estamos seguros, que digo, segurísimos, que cerrar el país más tiempo causará más daño que no hacerlo. O tal vez nuestro bando es el que está persuadido y convencido de que abrir la economía es un suicidio colectivo en este momento.

Mi reflexión es la siguiente: busquemos los puntos intermedios. Cambiemos el paradigma de especializarnos en encontrar nuestras diferencias y comencemos a reconocer nuestras similitudes. ¿Messi o Cristiano? “Ahh, a los dos nos gusta el futbol” es lo que busco, en vez del “¿estás loco, Messi es 15 veces mejor…..” (cuando claramente Cristiano lo es 😉 ). El tiempo, la energía y el CPU que se nos va tratando de probar el error del otro, lo perdemos ambos en encontrar una solución, que en la mayoría de los casos nos conviene a ambos, y que los dos buscamos a nuestra manera, y de la cual somos parte.

Sí, busquemos los grises. Especialmente en los temas en los que no tenemos la verdad absoluta (ehem…¡en todos!). En vez de buscar y amplificar aquello que nos distancia y disminuir e ignorar lo que nos une, busquemos cómo podemos ayudarnos. Ni tú ni yo somos tontos. Cada uno elige su bando porque en su visión es lo mejor, pero con mucha frecuencia aceptamos ciegamente los postulados. Revisemos eso. Encontremos la humildad de no estar en lo cierto. Casi nunca lo estamos. Los dos buscamos lo mismo. Busquemos empatía, ponernos en la posición del otro, no para ver cómo le atacamos mejor, sino para intentar entenderlo.

¿Tú crees que el que defiende los encierros y cuarentenas le gusta estar encerrado? ¿O tú crees que el que defiende que salgamos a trabajar no le da miedo enfermarse? A ambos les importa mejorar su economía y mantener su salud. ¿Por qué no comenzamos de ahí?