Comenzó en un pequeño bar. Un par de miradas cruzadas, y un “qué tal, cómo te va?” fueron el inicio de la historia que hoy nos interesa. Ambos pasaron mucho tiempo solos, buscando aquí y allá esa cosa que deseaban, que su adentro y su afuera anhelaban. Y sucedió.
Una cosa llevó a la otra, pero luego un desliz hizo que las cosas cambiaran. El la creyó suya e hizo el primer reclamo. Ella se fue asustada, no pensando en regresar.
El hizo algo por componer las cosas, pero nada funcionó. Una llamada, un mensaje por internet, por celular, y nada. Pensó incluso en dejar las cosas allí. Pero la chispa de aquel café no se le fue de la cabeza. Era hacer algo o no hacer nada. Pero hacer algo implicaba hacerlo todo, arriesgarlo todo.
Ella al inicio no le extrañó, pero la misma chispa café que le invadió a él, la tentaba a ella. El dejó de hablarle, se comenzó a desaparecer. Ella comenzó a sentir que le hacía falta. Ansiosa esperaba que él la llamara, que él le diera algún signo de que estaba vivo, pero nada pasaba. Estaban tan cerca, sabía donde estarían, pero a la vez estaban tan lejos.
El tomó la decisión hace algunas semanas, pero poco a poco se olvidó. Como todo en el mundo las cosas cambian, y para él las cosas cambiaron también. Las extrañas vueltas que da un corazón se hacían evidentes en el suyo.
Ella conoció a uno y a otro, pero a nadie cómo él. ¿Por qué le tomó tanto tiempo darse cuenta? Ahora sentía ella que él estaba lejos. Como el mundo camina a veces en el camino de la paradoja, un día que ella estaba triste, el la llamó. Ella quería decirle mil cosas, contarle cuánto le había extrañado, pero el orgullo de mujer se lo impidió y la conversación estuvo tan afanosa que poco le faltó para llegar al 0 absoluto. Y él se convenció que ella no quería nada con él.
Ella se recriminó el ser tan tonta. Esperaba muy adentro suyo que el volviera a llamar, que el apareciera un día en su puerta, que una flor con su aroma llegara a su ventana. Pero la flor no llegó, primero terminaron las lluvias.
Meses después se encontraron de nuevo. Las chispas ahogadas intentaron salir, pero la formalidad pudo más esta vez y nada pasó.
El encontró a alguien, ella encontró a alguien. Se volvieron a encontrar, se presentaron a las otras parejas. Ambos sintieron una pequeña recriminación de su conciencia. Pero optaron por callarla.
Ella se casó, el se casó. Se encontraron de nuevo. Ambos lloraron esa noche.