Soy una persona filosófica en sí. Degusto pensando y repensando las cosas. Soy un empirista convencido. Pero también soy un racionalista. En estos siglos, filosofía y psicología tocan constantemente sus caminos. Y es una pena, ya que la filosofía suele quedar embarrada con psicologías de plástico que salen por aquí y por allá todos los días. En las librerías abundan libros con las nuevas y revolucionarias formas de vida, que miles de mentes y almas hambrientas de algo, lo que sea, se lanzan a comenzar a leer. No desprecio esto, es algo. E incluso alguna de esas ideas que aparecen escondidas en esos libros tienen sentido. Tengo la manía de leerlos.
Sin embargo, entre tanta propuesta, entre tanta idea, con tanto método y sistemas, con tantas psicologías, ¿por qué la gente sigue sin encontrarle una razón a sus vidas? De lo mucho que he leído sobre esto, les puedo decir con cierto grado de certeza: cree lo que quieras, pero “créelo bien”. Elije un punto de vista, un paradigma, y aférrate a él. Intenta escoger el que más te acerque a la realidad, pero elije uno. Que no decidan por ti. Y si tienes las agallas, métete en el laberinto sin salida en la búsqueda del paradigma, o de la filosofía más real, más cercana a la verdad que puedas.
Hay muchas formas de ver una misma verdad. Aprende eso. Ojo, no es lo mismo decir que hay varias maneras de ver la verdad, y aceptarlas, que decir que aceptamos una forma falsa de verla. Si algo te funciona, úsalo, sino desechalo, pero está consciente de que LO TENÉS que buscar.