En estos días mundialistas, muchos que normalmente importan poco del fútbol, de pronto se vuelven aficionados. Pero más que aficionados, se vuelven analistas, comentaristas, conocedores. Aquellos que ven 3 partidos al año se vuelven cuasi directores técnicos. Lanzan propuestas, se enojan cuando los relevos no son los que ellos predicen. Cuando sus equipos pierden aparecen unas extrañas rabietas, culpando a los técnicos por no seguir sus conocedoras propuestas, a los jugadores por no haberles escuchado. En fin. Lo gracioso de esto es que la actitud, y los hechos, son muy parecidos a otro tema: la economía, y la política. Por eso siempre he creído que las cosas están de cabeza, porque “aficionados temporales” a estos temas se ponen a opinar, y a imponer sus opiniones. Con la diferencia que en el fútbol, jugadores y técnicos ignoran, incluso nunca llegan a conocer esas propuestas, mientras que en la economía y en la política, esas propuestas no sólo son escuchadas, sino que implementadas, ya que esa gente que opina tiene voz y voto. Triste, no?
Vergüenza
La vergüenza es algo que te enseñan en casa. No sé por qué, tal vez por esas burlas inocentes que te hacían cuando eras niño. O tal vez algún problema de autoestima de tus padres que se te hereda, que aprendes. No lo sé, no tengo intensiones de dilucidar sobre los orígenes psicológicos de la vergüenza, si es que los hay. Debo aclarar que no creo en la gran mayoría de teorías (que realmente son hipótesis) que la pseudo ciencia de la psicología postula.
Pero el hecho es que siento vergüenza a veces. No sé por qué, pero la siento. Lo más gracioso, es que por algún lado te proponen, te enseñan que la vergüenza es mala. A veces la relaciono con un miedo, pero tal vez será el más sin sentido de los miedos. ¿Qué es la vergüenza? ¿Quiero quitarla? La vergüenza más extraña que experimento, es aquella a hablarle a la gente.
Esfuerzo sin esfuerzo
Una de las paradojas mas extrañas que conozco es la del esfuerzo. A todos se nos enseña, aun no sé si es cierto, que el esfuerzo lleva a recompensas. Sabemos que si añadimos esfuerzo a nuestras labores, seremos recompensados. Incluso se nos vende un poco a idea de que con esfuerzo podremos llegar a ser felices.
Entonces, sí sabemos que el esfuerzo conlleva recompensas, ¿por qué cuesta tanto? A mí me cuesta enfocarme en las cosas que hago, me cuesta enfocarme en lo que quiero. Lo confieso. Hay días que no requiero “esfuerzo” para lograr esos enfoques, pero son los menos. ¿Qué debo hacer, para lograr ese enfoque sin “esfuerzo”?Finalmente, para llegar al punto de la paradoja, ¿Cómo me esfuerzo sin “esfuerzo”? Sí, esa es mi pregunta. Porque conozco las posibles recompensas del esfuerzo, y conozco las consecuencias de no esforzarme, sé que conviene esforzarme. Entonces ¿por qué me cuesta? ¿Por qué cuesta esforzarse, aún estando a la luz de nuestra inteligencia las ventajas de ello?
Mentiras
No hablo en este momento de las mentiras grotescas y grandes que cambian historias, que cambian vidas. Tampoco de aquellas premeditadas, que tienen algún gusto. Ni de las intencionadas para evitar problemas. Me refiero a las mentiras estúpidas que a todos con una alarmante frecuencia nos gusta decir. Esas mentiras que a veces se escapan, pero que no conllevan beneficio para el que las dice. Esas mentiras que existen simplemente por qué si. ¿Por qué nos gusta mentir? La hora de ir al supermercado, cuánto nos falta para llegar, si tuvimos un buen día, si hicimos x o y cosa. Tal vez un día haga una bitácora de las mentiras que digo diarias. ¿Serán tantas como las verdades?
Lo gracioso de las mentiras, es que nos damos cuenta que las decimos. No se nos pasan desapercibidas. Usamos inteligencia y creatividad para maquilarlas, para darle forma y vida. A diferencia de la verdad, que a veces nos da forma y vida a nosotros. ¿Es tan difícil ser cien por cien sinceros? ¿Es conveniente? Puede ser tal vez un condicionamiento que la educación nos impone. No lo sé.
Compromiso y responsabilidad
Compromisos. Por alguna razón los compromisos, la responsabilidad, y demás palabras grandes, son tan importantes (hablando de palabras grandes) en la vida de hoy. La gente vive su vida para cumplir compromisos con otros. Ea! Que quede claro que yo soy amante de los compromisos, y del castigo y compensación cuando no se cumplen. A los que me refiero ahora son a los compromisos “adquiridos”. Esos compromisos que yo no elegí.
El compromiso a la familia, a la patria, a Dios, a los hermanos. El compromiso a ser puntual, el compromiso a pagar impuestos, el compromiso a ser bueno, el compromiso a que la gente hable bien de mí, el compromiso a dar la talla de lo esperado. Claro, yo estoy comprometido a muchas de esas cosas, pero YO lo elegí. Amo a Dios, y me comprometo con Él, pero fue mi elección.
Lo más irónico es que nadie se pone a preguntar sobre sus compromisos y responsabilidades. Por qué?
Las identidades trigonométricas y la vida
Recuerdo perfectamente cuando estuve estudiando identidades trigonométricas en el colegio. En esa época mi relación con la matemática era más de amor que de odio, pero lo que más me enojaba era no entender los procedimientos. Más que no entender, porque las notas las sacaba, era no entender para qué servía, por qué servía. Una tarde en mi escritorio estaba dándole vueltas y vueltas a las benditas identidades, y las sencillas me salían. Más por prueba y error que por realmente comprenderlas. Hasta que me topé con una que no me salía. Me enojé, estaba ansioso. Pero seguí dándole vueltas, hasta que repentinamente lo “entendí”. El famoso Eureka. Desde aquel momento entendí todas las identidades trigonométricas, ya no había ninguna que me fuese imposible, porque había “entendido”. Y ese conocimiento, mejor dicho ese “entendimiento” ya no se me pudo olvidar. En ese día pasaron dos cosas: “entendí” las identidades trigonométricas, y me comenzó a encantar la matemática.
Hoy me pregunto. Así como antes conocía la teoría de las identidades trigonométricas pero no las entendía, hasta que ese rayito de luz me cayó en la cabeza; así pasa con mi vida, conozco la teoría, pero posiblemente no la “entiendo”. ¿Podré llegar a “entender” la vida? ¿Cuándo pasará ese momento en el que algo sucede que me hace entenderla, y al mismo tiempo amarla más?
Nevó ceniza en Ciudad de Guatemala
Estaba saliendo en un vuelo a Los Ángeles, cuando nos piden que por favor nos bajemos del avión…al preguntar por qué, volteo y veo la pista del aeropuerto negra….y mi casa también. El Pacaya y sus travesuras…
Hacer Software NO es programar
Una de las lecciones que más cuesta aprender para un buen programador es la siguiente: programar NO es lo más importante en el software. Un poco irónico, pero cierto. Para ser más específicos, hacer del software un negocio NO se hace programando. Claro, nos toca el orgullo, el karma, el ego. Nos gusta sentirnos esenciales en el proceso. Pero no, al final somos los peones de todo el camino. No nos estoy desprestigiando, somos peones de alto nivel, difíciles de conseguir, que podemos ser caros y lo demás…pero somos altamente reemplazables, y en rol de negocio NO jugamos un papel importante. Así como los cortadores de café no son claves en el negocio del café, o los cocineros en un restaurante de comida rápida poco tienen que decir ese negocio, o como los ingenieros químicos de comidas empacadas tienen poco que decir en su negocio. De nuevo son puestos CLAVES siempre y cuando EXISTA y FUNCIONE el negocio. Pero ellos, al igual que nosotros, no suelen influir desde el punto de vista de negocios.